lunes, 5 de abril de 2010

Sonata para piano y trapeador

¿Alguna vez han estado en Sicilia? En verano, en julio, cuando el calor del mediodía anda por los 40 grados centígrados y las paredes de piedra de los angostos callejones se calientan a tal grado que los tocas y te quemas. Caminar descalzo por la calle es imposible (es como la arena caliente en la playa). Lo único que el ser humano es capaz de hacer en esas condiciones es recostarse a la sombra y quizá comerse un rico gelato, que ahí es todo un arte y una tradición: los hay de mil colores y sabores (aunque Anatoly invariablemente comería sólo de fresa).

Cualquier actividad que pueda requerir el mínimo esfuerzo físico o mental se programa antes del mediodía o después de las 9 de la noche. De los 10 días que pasamos en Ragusa, tocamos en 7 ocasiones (era un festival donde había conciertos diario, y todos los artistas invitados tocábamos una parte del programa), la mayoría de las presentaciones fueron en la noche, pero hubo algunas excepciones. Una mañana, a las 10 en punto Vlada tenía programado tocar la Sonata No.7 de Prokofiev, y posteriormente los dos tocaríamos un programa a cuatro manos. Llegamos a la sala minutos antes de que comenzara la presentación, nos dijeron que todo estaba en orden, y que Vlada podía salir al escenario cuando estuviera lista. Luego de que el maestro de ceremonias dijera lo que tenía que decir, el poco público madrugador comenzó a aplaudir esperando a que se abriera el telón y saliera la artista.

Pero cuando Vlada puso un pie en el estrado... se dio cuenta de que ya había alguien ahí. Una señora estaba trapeando el escenario (muy propia ella... aventando chorros de agua enjabonada alrededor suyo... parecía que el proceso iba para largo).

Luego de vacilar un poco nuestra artista intentó preguntarle a la señora (en medio-español, medio-inglés, medio-italiano, pero principalmente a señas) que si ya iba a terminar de trapear, porque el concierto ya iba a dar inicio. A lo cual la señora respondió con una serie de gruñidos y quejas (presuntamente en dialecto siciliano)... para después resumir su tarea de la manera más desvergonzada.

Ante tan desesperanzada situación, Vlada regresa tras bambalinas para contar su fallido intento a Anatoly... y a quien hubiera por ahí para ver qué se puede hacer. El telón abre. El director del festival le dice a la señora algo en dialecto siciliano (que NO es italiano... y sólamente en Sicilia lo hablan y lo entienden), sólo para recibir otra réplica de quejas. De lo que pudimos distinguir, el contenido era más o menos el siguiente:

- Señora, gracias, pero es suficiente, por favor déjenos comenzar el concierto.
- ¿Qué no vé que estoy trabajando? ¡Déjeme terminar!
- Señora, ya, por favor, debemos comenzar ahora.
- ¡Déjenme hacer mi trabajo!
- ... (el tono de voz se eleva, pero el contenido sigue más o menos intacto).
- ... (la señora comienza a gritarle al director, a los administradores que vinieron a ver qué pasaba, y prácticamente a todos los presentes).

Finalmente, logran calmar a la señora y sacarla con su trapeador del escenario. La cubeta de agua enjabonada se queda olvidada. Momentos después sale uno de los administradores, a disculparse con el público y los artistas, y se lleva la cubeta. Vlada sale a tocar, haciendo todo lo posible por controlar las carcajadas. Anatoly no decide si enojarse o reírse.