Fotos (cortesía de nuestra querida Moni):


Y el domingo, una vez pasadas todas nuestras preocupaciones, decidimos irnos al centro de la Cd. de México para encontrarnos con nuestros amigos, con quienes luego fuimos a escuchar un concierto en el Palacio de Minería. Poco antes de que acabara el concierto, el cielo se empezó a caer casi literalmente. La lluvia no paraba ni de chiste, y cuando la paciencia de todos los que estabamos ahí finalmente cedió, decidimos comprarle unos impermeables a uno de los vendedores que llegaron justo a tiempo para sacarle provecho a la situación. Eran color plata (sólo nos faltó la máscara para parecernos al Santo). Cuando muy confiados salimos corriendo rumbo al estacionamiento, queda demás decir que llegamos empapados de pies a cabeza. Y por supuesto, en lugar de ir a casa a cambiarnos, fuimos a un lugar lindo a cenar (¿resfriado, cuál?). El whiskey ayudó un poco, aunque nuestros pies y manos seguían temblando todavía por un buen rato.
Pero el verdadero caos fue el lunes, cuando Vlada tenía su vuelo a Nueva York. Llegamos al aeropuerto con bastante anticipación, y a pesar del terrible tráfico logramos acercarnos a la terminar. Pero al tratar de entrar nos dimos cuenta que prácticamente no había donde poner un pie, pues todos los vuelos del domingo se habían cancelado y la gente llevaba desde el día anterior esperando poder volar. Despues de esperar dos horas y media (!) la fila para registrarse, Vlada pudo tomar su vuelo, que afortunadamente sólo se retrasó hora y media. ¡Y luego dicen que el invierno es el peor tiempo para volar! Es que no conocen nuestra temporada de lluvias en México :)
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