jueves, 11 de junio de 2009

...y las partituras?

Eran las 6:45 pm y nosotros seguíamos atorados en el tráfico. El concierto empezaba a las 7! Lo bueno era que tocabamos hasta la segunda parte del concierto (lo cual con suerte nos daba tiempo de llegar y cambiarnos... y probaaablemente tocar un par de notas para descongelar los dedos). Lo malo... estaba por venir.

Llegamos faltando 5 minutos al inicio del concierto, cruzamos la sala y el escenario justo por el medio (por alguna razón la puerta trasera estaba cerrada), aventamos las cosas donde sea, Anatoly agarra su maleta gris donde normalmente llevamos el montón de kilos de partituras, y luego cruzamos todo ese camino de regreso para ver si hallabamos un salón para calentar. Todo esto ante las miradas indignadas de quienes estaban ya detrás del escenario alistándose para salir a tocar, la maestra de cermonias, parte de los organizadores, y hasta algunos del público.

Finalmente encontramos un salón con dos pianos, nos sentamos, respiramos profundo, abrimos la maleta para sacar las partituras y... sorpresa! sólo estan las partes del primer piano (quienes nos han visto tocar saben que tenemos el vicio de cambiarnos de piano cada que nos da la gana... pero ese es otro tema). Horror! Que hacemos? Claro que toda esa cantidad de texto musical está por ahí en nuestros cerebros, y sin temor a exagerar diríamos que un 80% de lo que tocamos lo tocamos de memoria (sí, la partitura está ahí, pero no hay tiempo de voltear a verla!). Pero una cosa es que "en principio" nos sepamos las obras, y otra muy distinta es experimentar "a ver si es cierto" directamente en el concierto (ya sin mencionar que ESE concierto era en un festival internacional, donde tres cuartas partes del público son músicos profesionales y críticos).

Total... luego de que nuestras mentes hicieran una carrera frenética por todas las razones posibles e imposibles de lo sucedido, ambos tratamos de seguir el camino de la lógica. La mañana de ese día habíamos ensayado en la sala. Luego de que nos fuimos, no habíamos abierto la famosa maleta gris. Deducción? Las partituras deben estar en la sala! Y ahí va el Dr. Zatin, a detener el inicio del concierto para que den el anuncio al público: "Si alguien ha visto un montón de partituras, aparentemente sin dueño, favor de reportarlo...". En medio del caos ya no supimos quién fue el de la genial idea, pero finalmente a ese milagroso alguien se le ocurrió mirar... detrás de la cortina, en el umbral de la ventana. Eureka! Aparecieron las tan buscadas partituras! fiu....

Para no alargar la historia, ese día, después del ensayo cuando los despistados de nosotros dejamos todo un bonche de partituras sobre uno de los pianos y ni nos dimos cuenta, llegó el afinador, quien puso los libros en una silla que estaba cerca de la ventana para poder quitar el pupitre y, lógicamente, afinar. Cómo terminaron escondiéndose detrás de la cortina... quién sabe! Pero vaya que el susto lo tuvimos que ahogar después del concierto con una buena copa de whiskey.

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