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lunes, 25 de febrero de 2013

En camello, de China pa' la izquierda

En mayo de 2012 tuvimos la oportunidad de hacer uno de los viajes más extraños e interesantes en nuestra carrera como dúo. Fuimos invitados a participar en el Primer Festival Internacional de las Artes en Bishkek, Kirguizistán.

Cuando en una entrevista le preguntaron a Daniela Liebman, quien también fue invitada a tocar con nosotros, dónde quedaba Bishkek, su mejor respuesta fue "de China para a la izquierda". Y tenía razón.

Una semana intensa de actividades nos esperaba en Bishkek: ensayos, conciertos, ensayos, conciertos, más ensayos, más conciertos... A parte del programa "Dúo Petrof presenta" que tocamos con Daniela el 16 de mayo en la sala grande de la Filarmonía de Bishkek, Anatoly tuvo que dirigir a dos orquestas (cada día con diferente programa), Vlada abrió el festival con el Concierto 4 de Beethoven, y Daniela lo cerró con el 8 de Mozart.

11 horas de diferencia de horario añadían un poco de drama al asunto, sobre todo los primeros días.

Pero no todo fue tocar y dormir. Conocimos gente maravillosa. Nos acostumbramos a vivir una semana con al menos tres cámaras frente a nuestras narices filmándonos todo el tiempo. Daniela se convirtió en una especie de pop star e ídolo entre la juventud de Bishkek. Después de que se terminó el festival nos llevaron a orillas del lago Issyk-kul (ese sí está casi en la frontera con China) donde ayudamos a construir una Yurta, comimos carne de borrego con las manos (porque así es como debe hacerse en Kirguizistán), escuchamos y vimos cantos y bailes y juegos folclóricos de los nómadas kirguises, nos subimos a un camello...

Aquí les compartimos unas imágenes maravillosas de dos amigos que conocimos en Bishkek. Ellos son Galya Morrell y Alexey Boytsov, ambos fotógrafos mundialmente reconocidos con muchas décadas de experiencia, con exposiciones y proyectos especiales en todo el mundo.




















Vlada Vassilieva

lunes, 25 de abril de 2011

En el avión

Tan pronto nos sumergimos en nuestros asientos y abrochamos los cinturones de seguridad, nos quedamos profundamente dormidos. Los días previos habían sido tan agitados que la falta de sueño ya se nos notaba. No vimos el video de bienvenida de la aerolínea, tampoco leímos la tarjeta con las normas de seguridad. La verdad es que ni siquiera nos dimos cuenta cuando el avión despegó.

Nos despertó el fuerte chillido de la alarma de incendio. Olía a humo. Cuando abrimos los ojos había luz roja parpadeando a nuestro alrededor. Como íbamos en la parte trasera del avión notamos que todos los pasajeros de la cabina volteaban a ver hacia atrás.

Un hombre pasó corriendo por el pasillo con un trapo en mano. Atrás, un grupo de impacientadas aeromozas tapaban con sus cuerpos la fuente de preocupación. Cuando se hicieron a un lado, vimos al jefe de sobrecargos agitar el trapo frente al detector de humo en uno de los baños traseros cuya puerta estaba abierta.

Finalmente la alarma cedió. La inquietud entre los pasajeros era tal que no logramos descifrar los diálogos entre las azafatas y su jefe. Sólo sus gestos: él les reprochaba y ellas se disculpaban (algunas de atrás se reían).

Habían quemado la cena.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El Taitanik

Todo comenzó un día en la carretera rumbo al DF, poco antes de llegar a la caseta de Zinapécuaro.
- Mira que sucio está el lago de Pátzcuaro - dijo Anatoly.
Vlada lo miró con desdeño.
- Ése no es el lago de Pátzcuaro.
- ¿Cómo de que no? Ése es Pátzcuaro.
- Pero por supuesto que no es Pátzcuaro. Ése es el lago de Cuitzeo.
- ¿De qué?
- Cuitzeo.
- Jamás he oído hablar de ese.
- Pues ahora ya lo sabes.
- Pero no es cierto, yo estoy seguro que ése es Pátzcuaro...
La disputa nos entretuvo casi hasta llegar a la gasolinera de Maravatío, donde ya nos conocen porque siempre paramos ahí. Desde ese día, siempre que pasábamos por el lago Anatoly decía:
- Pero mira, ¡se parece muchísimo al lago de Pátzcuaro!
- ¡Que te estoy diciendo que...!
- Sí, sí, ya sé que es Cuitzeo, pero digo que se parece.
- Pero tú no conoces Pátzcuaro.
- ...no.
- Un día debemos ir.
- OK.

Ese día llegó el pasado mes de Agosto. No pudimos haberlo escogido mejor porque el lugar prácticamente se estaba inundando. La noche anterior la habíamos pasado en un hotel sin luz (o sea sin tele y sin internet). Nuestro plan de rentar cuatrimotos se desplomó junto con el cielo que se estaba cayendo.
Cuando la lluvia bajó un poco decidimos ir al muelle, compramos Corundas (deliciosas, sólo en Pátzcuaro encuentra uno de esas), y nos subimos a comerlas al primer bote que salía rumbo a Janitzio.
Aquí vale la pena describir la embarcación: un bote largo, techado, con ventanas a los lados y dos pequeñísimas al frente. Lo que más nos llamó la atención es que el timón (y el capitán) se sitúa prácticamente hasta atrás y, dado que en cuanto comenzamos nuestro viaje la lluvia regresó con nuevas fuerzas, todas (sí, todas) las ventanas laterales fueron cubiertas con cortinas medio improvisadas de tela gruesa y oscura, obstruyendo así cualquier posibilidad de ver hacia afuera. Entre el capitán y las dos pequeñas ventanas del frente (completamente empañadas) también había una serie de obstáculos, incluyendo un señor parado con su guitarra cantando corridos majaderos, y como la cuarta parte de los pasajeros del barco, parados, bailando. De qué manera podía ver el capitán el rumbo y los obstáculos en el camino, permanece siendo un misterio.


Milagrosamente el trayecto transcurrió de forma "normal" y estábamos casi llegando a la isla de Janitzio, cuando nos dimos cuenta de que algo andaba mal: el barco no frenaba. El capitán esperó el momento adecuado para meter la reversa y hacer que el barco se estacione correctamente en el muelle, pero cuando jaló la palanca se oyó un ruido extraño y nos dimos cuenta de que la reversa no funcionaba. Nos acercábamos cada vez más a la isla y era evidente que nos íbamos a estrellar. El capitán giró a la izquierda cuanto pudo y, cual famoso Titanic, expusimos nuestro flanco derecho a las furias de la materia dura.
El impacto fue fuerte. Todos brincaron, muchos exclamaron, algunos se rieron. Cuando el efecto pasó nos dimos cuenta que estamos varados en medio del agua a unos cuantos metros del muelle pero a más distancia de la que alcanzaría un soga para acercarnos. El capitán quitó un par de las tablas sobre las cuales estaba parado, revelando un pequeño pozo en el fondo del barco (la maquinaria). Como no había luz y allá abajo todo estaba completamente oscuro, las personas de alrededor sacamos nuestros celulares para iluminarle al mecánico improvisado. Después de unos minutos el ingenio humano triunfó sobre los azares del destino y la reversa funcionó propiamente, dejándonos sanos y salvos en tierra.


PS. De haber sabido que uno de los significados de Janitzio es "lugar donde llueve", hubiéramos venido más preparados.

jueves, 9 de diciembre de 2010

El bagel

¿Saben ustedes qué es un bagel? Según la fuente de saber llamada Wikipedia "es un pan elaborado tradicionalmente de harina de trigo, que suele tener un agujero en el centro; antes de ser horneado se cocina en agua brevemente, dando como resultado un pan denso con una cubierta exterior ligeramente crujiente".

El que escribió "crujiente" debio haber tenido mucha suerte al probar uno, porque el que nosotros tomamos en el desayuno buffet esa mañana (por nuestra propia seguridad no vamos a mencionar el nombre del hotel ni de la ciudad, pero fue en EUA), no tenía nada de crujiente, y sospechamos seriamente que en lugar de elaborarlo con "harina de trigo" lo hicieron con plástico.

La única forma de mejorar el "artefacto" era tostarlo, lo cual hicimos... o más bien tratamos. ¿Han visto las tostadoras que luego tienen en los típicos buffets americanos? Las que son como un horno con unas rejillas que dan vueltas (el pan se coloca en la rejilla de arriba, da la vuelta y sale tostado por la parte de abajo). Ojalá le hubieran puesto un letrero que diga "¡NO meter los bagels sin antes cortarlos a la mitad!", porque... éso fue lo que hicimos.

Lo peor es que el bagel entero parece entrar perfectamente en la tostadora, incluso avanza una buena parte del trayecto, y sólo cuando ya no lo puedes alcanzar ni con las pinzas... se atora. ¡Y se empieza a quemar! En serio, la cosa estaba en llamas, se derretía y nosotros veíamos como trozos enteros caían como si fuera cera caliente.

Empezó a salir humo. Mucho humo. Humo gris, casi negro. Apestaba (seguro el bagel tenía plástico). Las personas alrededor volteaban molestas buscando al culpable. Uno de los meseros se acercó, luego fue corriendo a la cocina, pronto regresó con más gente.

Lo que pasó después ya no lo supimos, pues en cuanto vimos que la cosa se ponía humeante (literalmente), fuimos a la mesa más retirada, nos sentamos de espaldas, y hasta parece que una vez o dos volteamos con indignación, como diciendo "¿qué se les está quemando en la cocina?"...